En 2022, el mundo se enfrentó a múltiples crisis. Continuaron las perturbaciones de los sistemas alimentarios debidas a la prolongada pandemia de COVID-19, las grandes catástrofes naturales, los disturbios civiles y la inestabilidad política, así como los crecientes efectos del cambio climático, mientras la guerra entre Rusia y Ucrania y la inflación agravaban una crisis mundial de alimentos y fertilizantes. El creciente número de crisis, su impacto cada vez mayor y el aumento del número de personas hambrientas y desplazadas han galvanizado los llamamientos para replantear las respuestas a las crisis alimentarias, creando así una verdadera oportunidad para el cambio.